lunes, 13 de abril de 2009

Historias de mi puta mili 3.0 (penal)

Pues sí, me destinaron a Menorca. Precisamente un año antes había estado de vacaciones con unos amigos y, tras la experiencia en Cartagena, pensé “no hay mal que por bien no venga” y que, al menos, el resto de la mili la pasaría bien.
Al llegar a la base de la Marina en Mahón, frente al puerto donde los barcos de la Transmediterránea llevan a Barcelona, empecé a comprobar la verdadera historia del cuento de la lechera. El destino de Mahón era el penal de los oficiales y suboficiales de la Marina. El comandante de navío al cargo estaba arrestado por haber participado en el 23-F, el subcomandante detenido tras la Operación Galaxia, el ochenta por ciento de los mandos intermedios, suboficiales y sargentos por no acatar la Constitución y el 20% restante por actos diversos, entre ellos, haber matado a un marinero e, incluso un sargento –precisamente mallorquín- por haber dejado abierta la escotilla de un submarino cuando éste iba a sumergirse.
El 18 de julio 1982 y 1983 participé en ambos desfiles de la victoria que los altos mandos, sin consentimiento de los Jefes del Estado Mayor, celebraron en conmemoración de la aniquilación de los republicanos por el ejército fascista en España o, como lo describían ellos: “Homenaje al glorioso alzamiento y victoria de las tropas del Generalísimo Franco contra las hordas comunistas”. Pero eso fue tan sólo una anécdota frente a los incontables actos de desprecio hacia el ser humano, degradación frente al “ser inferior” denominado marinero, soportando órdenes que provenían de personajes que casi no sabían leer ni escribir –de hecho yo le escribía las cartas al brigada que me daba órdenes porque él no había estudiado nunca- o que pasaban el noventa por ciento del día encerrados en el pabellón de oficiales bebiendo como cosacos y recordando sus mejores tiempos durante la dictadura franquista. Se podrá pensar que, al menos, no bebían cuando estaban de guardia. Pues sí, decenas de veces hice el recorrido del pabellón a la caseta de guardia para llenar la “bodeguilla” que tenían bajo el armario archivador.
¿Y los permisos para ir a casa? Estuve exactamente 496 días destinado en Menorca, de los cuales tan sólo catorce los pasé en casa de mis padres. En dieciséis meses tuve solamente dos permisos de una semana. No sólo yo, lógicamente, sino toda la tropa, provocando casos de desesperación, depresiones, peleas, odios, venganzas, rencores y actos de locura.
Durante el Mundial de fútbol celebrado en España, el del famoso Naranjito, nos destinaron a hacer guardia frente a los inmensos depósitos de gas de la ciudad de Mahón por temor a un atentado de ETA. ¡Tres marineros con un Cetme cada uno cuidando cinco depósitos de gas!
En Agosto del 83 el yate Fortuna atracó en nuestra base; durante los tres días que Juan Carlos y Sofía permanecieron en Mahón, más de 30 marineros, sin ningún motivo aparente fueron encerrados en los calabozos “por si acaso”.
Durante una guardia nocturna, un marinero veterano decidió que ya no podía más y se puso a descargar dos cargadores de balas contra la fachada del cuartel. Por suerte no pilló a nadie pero falló por poco. Quien no falló fue un teniente de navío. Si no es por un compañero mío que me cambió la guardia, yo ahora no estaría escribiendo este blog.
Pero esta es otra historia.

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