viernes, 20 de mayo de 2016

Miguel de la Quadra-Salcedo inicia su última ruta



Me quedaba embobado con sus aventuras. Gozaba de sus palabras con esa voz que me recordaba a una locomotora de vapor estacionándose frente al andén de una estación en plena estepa. Me entusiasmé por primera vez comprobando que la ropa de color caqui no pertenecía en exclusiva a los rangers o a los comandos del ejército sino que, incluso, podía ser cómoda y atractiva para arrastrarte en plena selva. Tras diversos esfuerzos vanos, comprendí que el frondoso bigote con puntas entrelazadas sólo queda bien a ciertas personas y no a todo el mundo. Me abrió los ojos a un mundo nuevo, a ese mundo nuevo que no sale nunca en las noticias pero que sigue perteneciendo al mundo al que todos pertenecemos, el mundo de lo ignoto, de lo imposiblemente posible, de la cotidianeidad aventurera, de los viajes mullidos en un sofá y de que, si te lo propones, los sueños no siempre han de ser sólo sueños.

Aunque no pude conocerte en persona, tan sólo comentarte que ha sido un verdadero placer haber confluido en un periodo espacio-tiempo de mi vida contigo, y ahora que ya no estás, decirte que, para mí, estás en el mismo peldaño de la admiración que gente como Julio Verne, Percy H. Fawcett, Ferdinand Fournier-Aubry, Tanco Amero o Thor Heyerdahl.

Gracias por todo, señor Miguel de la Quadra-Salcedo y que la ruta que ha iniciado le lleve a otro paraíso mejor.