lunes, 26 de diciembre de 2016

¡... y ahora George Michael! ¡Vaya año!



Lo diré sin ambages ni falsas diplomacias: el año que termina ha sido un puto año para la música.

Tras la desaparición de leyendas como David Bowie, Leonard Cohen, Prince, Maurice White -a quien, por cierto, conocí personalmente durante uno de los MIDEM a los que asistí-, Glenn Frey, Gato Barbieri, Rick Parfitt -¡hace dos dias! Status Quo no era, precisamente, uno de mis grupos favoritos pero siempre me cayeron bien-, Keith Emerson, Greg Lake -el pasado 7 de diciembre: siempre tendré en mi corazón y mi mente su increible voz cantando In the beginning. Cuídate Palmer, sólo quedas tú-, hoy nos levantamos con la muerte de Georgios Kyriacos Panayiotou, mundialmente conocido como George Michael, uno de los más sublimes discípulos de David Bowie en cuanto a su prodigiosa capacidad de variedad camaleónica.


George Michael, fue capaz de hacer suspirar a millones de seres humanos en todo el mundo sólo con su fantástica voz, sus profundos ojos y esa habilidad en metarmofosearse al estilo que existiera en cualquier momento y dejando, además, auténticas obras de arte del pop y del soul light.

Personalmente, me importa un huevo, y parte del otro, sus devaneos con las drogas, el alcohol y sus líos amorosos en lavabos públicos o en fiestas de guardar -como dijo aquel largo tiempo atrás, quien esté libre de pecado que tire el primer pedrusco-, que yo siempre me quedaré con sus melodías y, sobre todo, su modo de interpretarlas. 

Efcharistó very much, George, y hasta siempre.