jueves, 7 de mayo de 2009

¿Tan difícil es saber la verdad?

Vivo en Sant Boi de Llobregat, conocido por sus alcachofas, su frenopático y, sobre todo, por ser el lugar de nacimiento de los hermanos Gasol, Pau y Marc. Pero el pasado 24 de enero fue portada en todos los noticiarios y periódicos porque, a media mañana, una ráfaga arrancó el techo de un pabellón deportivo anexo a un campo de béisbol y causó el derrumbe de sus paredes de hormigón. Los cascotes sepultaron a doce personas que se habían resguardado dentro de la instalación cerrada precisamente por el fuerte viento que soplaba en la zona. Se trataba de 11 niños de entre 9 y 12 años del equipo infantil del Club de Béisbol de Sant Boi y un monitor adulto. Cuatro de estos niños murieron.
Esta semana se han hecho públicos los resultados de los dos estudios o investigaciones que se realizaron para explicar los motivos del derrumbe, el realizado por el ayuntamiento de Sant Boi y el que realizó el juez.
El resultado es patético por las increíbles contradicciones que existen entre los dos.
Según el ayuntamiento, la fuerza del viento --superior a cualquier registro histórico en la zona-- fue determinante en el fatal desenlace. De hecho, la estación meteorológica de Viladecans, instalada hace 12 años, nunca había registrado una fuerza del viento similar, según el documento de la UPC, con rachas de hasta 144 kilómetros por hora. Y no se dirigió al edificio en una sola dirección, sino que lo golpeó en dos sentidos: frontal y lateral, combinación que desmoronó la estructura.
Pero los tres documentos encargados por el ayuntamiento difieren en cuanto a la capacidad del edificio siniestrado para soportar fuertes ráfagas de viento.
También se contradice con el informe pericial, que algunas fuentes han calificado de "demoledor" para el ayuntamiento de la localidad del Baix Llobregat.
Por su parte, el juez ha instado al ayuntamiento a comunicar si hay algún protocolo de actuación para situaciones de riesgo meteorológico y reclama también los datos sobre el sistema de gestión de los terrenos donde se encuentra el campo de béisbol y su explotación, así como el protocolo de mantenimiento de la construcción hundida y los documentos sobre la relación entre el consistorio y el club deportivo.
En definitiva, dos opiniones completamente divergentes; y cuando hay dos opiniones opuestas, es obvio que una de ella no es cierta, vamos que una de ella miente.
¿Condenarán al mentiroso o será uno de esos casos que el derrumbe del edificio no sólo se ha llevado la vida de cuatro niños sino que también ha sepultado la verdad?
Quizás la respuesta la tengamos algún día lejano o, lo que más me temo, no la tengamos nunca, pero los niños están muertos y sus padres siguen llorando su pérdida.

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