viernes, 15 de mayo de 2009

Pienso, luego insisto

Qué difícil es hacer buena cara cuando estás jodido emocionalmente. Qué complicado es intentar concentrarte en tareas importantes –como escuchar al prójimo, tareas laborales o leer el periódico- cuando algo, que consideras vital en ese preciso instante de tu vida, te está machacando constantemente tu cerebelo.
Pero, curiosamente, cuando estás en ese estado bajo mínimo de autoestima es cuando más deseas ver programas intrascendentes en televisión. Quizás por el hecho que tienes un agotamiento tan intenso en el cerebro, por las ideas trascendentales que te complican y se implican en tu vida, que necesitas ciertas dosis de superficialidad, como si rellenaras tus neuronas con un poco de aceite para que la cantidad de agua acumulada en ellas pudiera rebosar y desahogarte un poco.
Es sorprendente el nivel de autocomplacencia que tenemos y, especialmente, el grado de preocupación que nos quita un tiempo precioso que podríamos utilizar para cosas más constructivas y positivas. Preocupación, una palabra que siempre me ha inquietado, sobre todo, porque casi nadie consigue averiguar el verdadero sentido de la misma.
Pre-ocuparse significa ocuparse anticipadamente de una cosa o situación que todavía no ha ocurrido. Entonces, si todavía no hemos vivido esa situación, ¿por qué ocuparse por adelantado de ella? ¿No sería más interesante que nos ocupáramos más en que esa situación no llegara, es decir, pre-venir la situación, o sea, saber que va a venir y prepararse constructivammente para ello?

Jugar con las palabras siempre me he gustado; aunque si nos ponemos a pensar, puede significar que este juego me lo monto en mi mente para provocarme desahogos ante lo que realmente me hace estar mal y -quizás es otro quizás- por miedo a no atreverme a dar la cara a lo que realmente me desazona y me congoja.
Pero volviendo a la televisión, ¿puede ser que los jefes de programación de las distintas televisiones, públicas o privadas, sean antiguos psicoanalistas y sepan perfectamente que lo que he escrito anteriormente es cierto y ese sea el motivo único e inamovible de programas bodrios chicletosos, donde eslabones perdidos entre el ser humano y el mono se dediquen a lanzarse blasfemias mentales y océanos de vómitos orales entre ellos y, además, tengan unos ratings de audiencia del copón?
Como no tengo ningunas ganas de responderme a estas preguntas, seguiré aclimatándome a mi sofá y ejercitaré el dedo índice de mi mano haciendo zapping mientras mis ojos se llenan de imágenes, mezcla de la Naranja Mecánica de Kubrick, Supervixens de Meyer y Beavis and Butt-head comiendo el plato preferido de la película Saló de Pasolini, o sea, mierda.
He dicho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario