lunes, 30 de marzo de 2009

¡Oh, my God, pillado me han!

Richard se aburría. Su esposa se había ido de viaje de negocios por varios días y por los alrededores de su casa en Worcester, en el condado central inglés de West Midlands, no había ni un puñetero pub para tomarse una pinta. No paraba de llover, había terminado el libro que estaba leyendo y en la televisión no daban ningún programa decente. Se conectó al canal de Virgin Media y comprobó que, por un módico precio, podía disfrutar viendo una película pornográfica.
Richard se sentó en el sofá para disfrutar de un momento de desahogo solitario sin darse cuenta que el importe iba subiendo. Finalmente, la suma alcanzó las 67 libras (72 euros), pero Richard pensó que una suma tan ridícula no sería importante para la economía doméstica y que su esposa no se daría cuenta.

Meses más tarde, la esposa de Richard, Jacqui, decidió pasar como dietas su conexión particular a internet y al canal de pago de televisión. Jacqui ya estaba siendo investigada en su trabajo por otro dudoso uso de sus dietas oficiales pero, como ella misma pensaba, donde caben dos morcillas caben tres chorizos.
El problema principal es que Jacqui Smith es, nada más y nada menos que la ministra de interior británica y los momentos de íntimo solaz con los que su señor esposo, Richard Timney, se había deleitado frente a la pantalla de televisión, han salido a la luz.

Según fuentes citadas por la BBC, la ministra se quedó "lívida" cuando se enteró del asunto, y "le pegó una buena bronca" a su esposo, aunque en seguida descartó presentar su dimisión por el incidente y argumentó que el gasto de contratar las películas de Virgin Media se incluyó "por error" en una factura de servicios de internet.

Richard, que además es el asistente parlamentario de su esposa, se ha disculpado por "la vergüenza" causada a su pareja y ha dicho que entiende que la gente se sienta "furiosa y ofendida" por el incidente, al tiempo que ha reiterado el compromiso de devolver el dinero cuanto antes.

Lo que no ha comentado es que, a partir de ahora, si piensa ver alguna que otra peli porno se lo pensará dos veces o, si no, se irá al Soho de Londres con peluca y bigote para que lo reconozca ni su pastelera madre.

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