Ha muerto Constantino Romero.
Ha muerto el propietario de La Voz, de la auténtica voz, de esa voz que provocaba respeto, admiración e, incluso envidia. Una voz que nos acompañó durante muchos años doblando actores como Clint Eastwood, Rutger Hauer en Blade Runner, Arnold Schwarzenegger en Terminator, William Shatner como el capitán Kirk en las primeras películas de Star Trek o como Darth Vader en la Guerra de las Galaxias, sólo por nombrar algunas de las más características.
Y además, nos ha dejado un gran actor –todavía recuerdo su potencia, su fuerza y su carisma sobre el escenario interpretando el personaje de Sweeney Todd en el musical del mismo título-, su simpatía e inteligencia llevando las riendas de programas televisivos como El tiempo es oro o La parodia nacional.
Se va con sólo sesenta y cinco años de edad tras una fatídica enfermedad y, aunque no soy propenso a escribir sobre muertes, esta vez me sentía obligado a ello, porque desde pequeño admiré a este hombre, por su profesionalidad, por su gran humanidad.
A partir de ahora, cuando volvamos a escuchar frases como “No, yo soy tu padre", “Me llamo Bond, James Bond”, “Volveré” o “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais”, un escalofrío me recorrerá el cuerpo porque este albaceteño con corazón barcelonés ya no está entre nosotros.
Espero que, allá donde esté, su voz siga siendo importante. Quizás, si existe el cielo, san Pedro le permita grabar el mensaje de bienvenida que las almas escuchen al entrar por las puertas celestiales. O, como se dice por las redes sociales, a lo mejor Dios tiene la voz de Constantino Romero.
Sería un puntazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario