martes, 6 de junio de 2017

Tres días de agosto de Jordi Sierra i Fabra

Agosto de 1950. Miquel y Patro se disponen a pasar un día de playa. Sin embargo, todo se torcerá cuando ella desaparezca y él reciba una nota muy explícita: si no resuelve en tres días un caso que dejó inconcluso en 1938, Patro morirá. Desde ese instante, Miquel deberá enfrentarse a los fantasmas del pasado una vez más. El caso que no concluyó, debido a una intempestiva enfermedad, y que resolvió otro inspector demasiado rápidamente causando la muerte de un inocente, se remonta a los crueles bombardeos de marzo de 1938 sobre la ciudad. Bombardeos que, después de Guernica, fueron los más sanguinarios y salvajes de la guerra. La bomba que hizo saltar por los aires la esquina de la Gran Vía con la calle Balmes es el detonante de la novela. Allí apareció el cadáver de un soldado que no murió por la explosión, sino asesinado. ¿Por quién? ¿Por qué?
Además, en plena investigación, descubrirá algo que va a cambiarle la vida. Algo que atañe a Patro. Algo que le hará sudar mucho más que ppor el calor de agosto.
Tres días de agosto, el séptimo caso del ex-inspector Mascarell, vuelve a mostrarnos la oscuridad de la España de la posguerra, pero también revive el dolor de aquellos bombardeos que, en marzo de 1938, asolaron a la población civil marcando el camino de su derrota. Como ya es habitual, la recreación de la época es tan rigurosa como lo fue la de Cuatro días de enero, Siete días de julio, Cinco días de octubre, Dos días de mayo, Seis días de diciembre y Nueve días de abril.

Opinión: En una entrada anterior ya comenté mi admiración absoluta hacia Jordi Sierra i Fabra desde mi época de adolescente, porque gracias a su Historia de la música rock en 3 volúmenes, así como la biografía de David Bowie y otros artistas, me hizo adentrarme mucho más en la vida íntima de la mejor de mis amantes: la música.
En esa entrada hablaba también del tercer libro de la trilogía Mascarell…, y suerte que me equivoqué y que la trilogía se ha convertido en una serie de buenísimas novelas; la última de la saga es de la que trato hoy, Tres días de agosto, donde el admirado Mascarell se enfrenta a una caso donde, ya no sólo se pone en juego su habilidad en rebuscar entre la mierda de la Barcelona de la postguerra –ensuciándose siempre hasta los higadillos-, sino que, además, debe hacerlo bajo coacción, al haber secuestrado los que le obligan a aclarar el caso, a su amada Patro.
No niego la sana envidia –y, a veces, no tan sana sino muy cercana a la cochina-, que tengo por Jordi Sierra i Fabra, por la forma de idear, crear y escribir sus libros, pero en ningún caso decae mi sincera admiración hacia él, porque cada una de las páginas de esta fantástica saga está llena de honestidad, crudeza y –si algún lector, como es mi caso, tiene familiares que han vivido esa siniestra época en la ciudad Condal sabrán que es cierto- sinceridad a flor de piel. Deseo que el año tuviera más de doce meses para que las historias de Mascarell y la Patro no terminaran nunca. 

Valoración personal (de 0 a 10): 8,4

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