jueves, 20 de diciembre de 2012

Mis pececitos doraos - Cine: Blade Runner de Ridley Scott

- He visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión...He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser...Todos esos momentos se perderán... en el tiempo, como lágrimas...en la lluvia...Es hora, de morir. 
- No sé por qué me salvó la vida. Quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir. 

Quien haya visto Blade Runner reconocerá sin ninguna duda estas dos increíbles y fascinantes frases. La primera dicha por Roy Batty, el androide interpretado por Rutger Hauer y la segunda la piensa Deckard, el cazareplicantes interpretado por Harrison Ford frente al húmedo final de Batty. 
Quien haya visto Blade Runner habrá notado como se le ponían los pelos de punta ante la belleza, plano por plano, de esa escena inolvidable. 
Quien ha visto Blade Runner no la olvida nunca, no solamente por considerarse una de las mejores películas de la historia del cine –algo muy frío si lo lees así-, sino porque es una película muy especial; es de ciencia ficción pero gusta incluso a los poco amantes de los efectos especiales, es futurista pero no tiene edad, es hidropresiva pero te deja sediento de más, está hecha de fotogramas pero casi le puedes descubrir los versos poéticos entre toma y toma, unidos intrínsecamente con -y por- las mágicas, creativas y espectaculares notas de la banda sonora compuesta por Vangelis
Basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, mención aparte merece quien la plasmó en imágenes, Ridley Scott quien, a mi modesto entender es uno de los mejores directores cinematográficos de los últimos treinta años. 
Su forma de dirigir y de planificar, su perfeccionismo y mesura, su versatilidad y entusiasmo han creado auténticas obras de arte, y Blade Runner merece estar en el Olimpo del cine.

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