miércoles, 25 de febrero de 2009

Los ninios y yo

No. No tengo hijos. ¿Y eso? Pues porque cuando, por algún motivo, quise tenerlos, no tenía pareja y cuando pude tenerlos, o no era la pareja adecuada o no era el momento adecuado. Y punto. No sé porqué me da la sensación que cierta gente piensa que, si no tienes hijos, no llegarás a tener nunca una vida completa. ¿Es cierto? No lo sé. Reconozco que hay momentos que hubiera deseado tener algún enano sobre mis pantalones para hacerle reír con alguna tontería, o despertarme por la mañana porque un diablillo se hubiera subido sobre la cama para hacer una guerra de almohadas, o acompañar a un futuro universitario a su primera escuela tras la compra del plumier y la mochila, o enseñarle a coleccionar cromos, o llevarle al zoológico y disfrutar con sus caras al ver por primera vez un elefante o un tigre. Si, hay momentos que me hubiera gustado haber vivido situaciones parecidas. Momentos. Fútiles y contados momentos porque, curiosamente, todo lo que me hubiera gustado vivir con un retoño hubiera sido si, y sólo si -condición sine quanum- el mencionado retoño hubiera tenido menos de cinco años. A partir de esa edad, y hasta los dieciocho, o sea, fecha en que se pueden independizar, no puedo con ellos. Veamos, tengo dos sobrinos, de diecisiete y catorce respectivamente, a los que quiero con locura, pero no los veo diariamente, no han de vivir conmigo. ¿Egoísta? No lo sé. Soy muy consciente que, si escribo esto es porque sé, con un cien por cien de seguridad, que nunca tendré un hijo y, quizás, todo este embrollo es como una especie de muro de excusas que me construyo yo mismo ante la decepción o frustración de no haber tenido descendencia. O no. A veces he pensado que a mí me hubiera gustado tener descendencia pero no ser padre. A veces pienso que lo que acabo de escribir es una solemne chorrada. Karma tiene una hija adolescente. En este sentido, puedo considerarme afortunado porque me la he encontrado ya educadita y crecidita. En otro sentido maldigo que la fortuna me diera la oportunidad de conocer a Karma tan tarde y no antes para –de nuevo pongo un quizás- poder haber tenido la ocasión de haber tenido hijos con ella. Pero esto tampoco puede cambiarse. Y no, no tengo hijos, ni los tendré. He llenado esos espacios de utópicas relaciones paterno-filiales con otros espacios/momentos que los que han tenido hijos, a lo mejor, no han podido vivir. No comparo, odio las comparaciones. Estos son los hechos y así los he contado. O no.

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