martes, 8 de mayo de 2018

Un país lejano de Daniel Mason


Cuatro años después de la publicación de El afinador de pianos —notable éxito de ventas en castellano y ganador del Premio Euskadi de Plata 2004—, Daniel Mason vuelve a hacer gala de su gran talento de narrador con esta inquietante novela sobre una joven de catorce años que emprende un viaje en busca de su hermano a través de un vasto país sin nombre. Isabel ha crecido en una mísera población del interior cuyos habitantes malviven de las plantaciones de caña de azúcar. Son gente acostumbrada a las privaciones y apegada inexplicablemente a una tierra inhóspita y mezquina. Cuando arrecia la sequía, Isaías, hermano mayor de Isabel, se une al masivo éxodo hacia las ciudades del sur, donde confía en ganarse la vida como músico. Poco tiempo después, Isabel se verá obligada a abandonarlo todo y seguir los pasos de Isaías, pero cuando llega finalmente a su destino le pierde el rastro. Sin embargo, haciendo acopio de las fuerzas que le otorga su inquebrantable esperanza, Isabel se sumerge en el corazón de la gran ciudad decidida a encontrar a su hermano.

Opinión: Leí El afinador de pianos en el 2012 y me impactó, me impactó mucho, y le di una valoración de 8,9, la más alta que di aquel año en concreto. Obviamente, mi interés por leer la siguiente novela escrita por Daniel Mason era bastante considerable… y, para decirlo con diplomacia, ¡qué dura ha sido la caída!
Un país lejano es una novela cuyo argumento daba más interés a su lectura, pero nunca podía imaginarme que el mismo autor que me encandiló en El afinador de pianos pudiera defraudarme tanto de una novela a otra porque, seamos sinceros, Un país lejano es una novela insulsa, literariamente pegajosa, emocionalmente adormidera, ambientalmente desértica, con personajes tan artificiales, insubstanciales, monótonos e inconsistentes que el paso de las páginas se convertía en una tortura dolorosa, demasiado dolorosa al sepultar el increíble recuerdo de su primera novela.
Soy consciente de todo lo escrito, del mismo modo que prometo que mi consciencia estuvo tranquila y despierta (a duras penas) hasta la última línea. ¿Masoquista? No, pero deseaba –vanamente- que en algún momento se produjera el milagro.

Valoración personal (de 0 a 10): 5,9

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