domingo, 30 de octubre de 2011

Londres, my real love


No sé qué me ocurre con Londres, y lo digo con toda la sinceridad. Bromeo diciendo que, si la reencarnación existe yo, en una anterior vida, estoy seguro que fui un ciudadano londinense durante la época romántica, cuando los Byron, Shelley, Wilde, Conan Doyle y compañía se paseaban muy ufanos, con sus inmaculados e impecables trajes por las fiestas en Kensington o Chelsea.
Y mientras sonrío ante esa utópica posibilidad, yo intento ser partícipe de ello y viajo a la capital inglesa siempre que la economía y la situación laboral me lo permite.
Londres me motiva, me traspasa, me hipnotiza, me ilumina, ... Desde las calles grisaceas que rodean Saint Paul's Cathedral hasta la luminiscencia que emana el barrio de Notting Hill pasando por la humana inundación en Piccadilly Circus y Leicester Square hasta las risas musicales que embellecen Covent Garden. La majestuosidad de Hyde Park y Saint James's Park, los pequeños canales rodeando Regent's, la ruidosa tumultuosidad del SoHo, la elegancia de Han's Crescent, el color del Big Ben y la Abadía de Westminster recibiendo los homenajeados rayos solares, el cosmopolitismo de barrios como Southwark y Lambeth, la abigarrada paleta de Portobello y Camden, el silencio en Kew Gardens y la pasión que emanan los teatros entre High Holborn y The Strand.
No me cansaría de hablar de ella, de describirla como si te encontraras frente al perfecto cuerpo de una amante, de reconocerle las infinitas terapias que me han provocado, aconsejado y realizado sus calles y sus lluvias, de las millares de canciones y melodías utilizadas y conseguidas entre sus rincones.
Amo Londres y todo lo que ello conlleva. Amo su gente, su impersonal indiferencia en los vagones del metro, su "me-porta-un-bledo-todo-lo-que-digan-de-mí" cotidiano, su mescolanza de sabores y culturas y su creatividad reconocida.
Amo Londres y su hipócrita diplomacia hacia el extraño, su arrogancia frente a lo ajeno y su soberbia frente a sí misma.
En definitiva, y por si no había quedado claro, amo Londres.


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