sábado, 12 de marzo de 2016

Keith Emerson que estás en los cielos


De un disparo en la cabeza, dicen. Un suicidio, dicen. Hasta este momento, suposiciones, dudas. Hasta que no se demuestre definitivamente, dicen. Pero tu maestría con los teclados, tu sentido del ritmo y de la melodía, tu innovación a la hora de sacar magia de un aparatito con botones, cables y teclas bautizado como sintetizador, tus escalas a velocidad del sonido, tu fusión con el bajo de Greg Lake y la percusión de Carl Palmer, tus andanzas quijotescas entre el rock progresivo, el jazz electrónico y las paranoias mentales no. Nada de todo esto admite ni la menor sombra de duda, de suposición o de demostración.

Keith Emerson, una de las dos cabezas del dragón bicéfalo que gobernó el reino de los sintetizadores de la década de los setenta –junto a Rick Wakeman en mi humilde opinión-, acaba de desaparecer de este mundo a los setenta y un años víctima de una bala que quiso conocer por dentro el cerebro de un genio de la composición y de la interpretación, es decir, de la música en su estado más puro. Dicen que una de sus manos empuñó el arma y que el gatillo fue apretado por uno de esos dedos que, incluso una cámara de cine no podía seguir bien a raíz de su increíble velocidad sobre las teclas. 

Que digan lo que digan, no me importa. Su música, reflejada especialmente en la trilogía de Trilogy, Brain Salad Surgery y Tarkus –sin olvidar Pictures at an exhibition, of course- quedará por siempre en el recuerdo de quienes un día escuchamos y alucinamos su música, esa música que Keith Emerson elevó a la categoría de arte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario