Cuando se habla de la complicación del
segundo disco, se puede tomar como ejemplo a Michael Kiwanuka, un joven –recién cumplidos los treinta- que, de
hecho, ha dejado pasar cuatro años desde la edición de su primer álbum, Home again. Según sus propias palabras “un bloqueo de escritor y un poco de ansiedad”,
así como tener que superar la inquietud que provoca haber editado un solo álbum
y ser el elegido para abrir los conciertos de la gira de Adele han llevado al músico de raíces ugandesas, pero nacido en Londres, a ir a las raíz de su alma
aterciopelada y crear una obra que sabe cómo envolver al oyente en una dulce
telaraña de sonidos redondos y sensuales que contrarrestan amargas letras que
tocan temas de la injusticia racial y/o social. No es casualidad entonces que
el primer single elegido fuera Black man
in a white world con su ritmo roto y esas palmas obsesivas que acompañan a
la voz, situada entre el canto y la declamación. Pero iniciar la escucha con el
primer tema, Cold Heart, de casi diez
minutos de duración, con una introducción orquestal maravillosa que te va
llevando hacia los recovecos emocionales que Michael Kuwanuka crea en todos y cada uno de los surcos del disco.
El resultado es que, inevitablemente, te llega a la mente las notas del What’s going on? de Marvin Gaye, con un cuidado por los arreglos que te demuestra que,
frente a ti, se encuentra un artista que sabe lo que hace.
Michael
Kuwanuka
hace que su Love and Hate te
humedezca los sentimientos y que sus diez canciones las escuches con un placer
que va creciendo a lo largo del disco; y en un momento en el que nadie inventa
nada, es muy importante conocer que hay alguien que aúna el saber y la
sensibilidad en una mezcla donde prima la auténtica inspiración.
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