Fecha: Miércoles, 22 de
mayo de 1991
Hora: 21:00
Precio: INVITACIÓN
Lugar: Palau Sant Jordi
Artista: PET SHOP BOYS
Chris
Lowe
y Neil Tennant, miembros fundadores
de dúo Pet Shop Boys, la más
perfecta máquina de música bailable de las últimas décadas del siglo pasado,
debutaban en Barcelona con un
concierto en el Palau Sant Jordi,
presentando su espectáculo Performance.
El espectáculo no era sólo una a recreación
de sus canciones de éxito, sino un show en el cobraban protagonismo la
tecnología y la coreografía.
La triunfal carrera artística de Neil, un
ex periodista de revistas para fans y Lowe, un taciturno estudiante de
arquitectura había cimentado en las grabaciones discográficas y los videos
formas de expresión de una gran creatividad. Durante toda su carrera habían
considerado las giras como lo más aburrido del mundo. Por este motivo sus
apariciones en escenarios habían sido muy escasas.
Actuaban en entregas de premios, programas
de televisión o como invitados en conciertos ajenos, pero no se decidían a
ponerse de verdad ante el público.
Tras reconocer que eludían los escenarios
por dos motivos: no entrar en el juego de los grupos de rock que, según ellos, utilizaban los conciertos como reafirmación
de su condición de músicos de verdad, y el riesgo económico que suponía para
ellos llevar de gira un montaje muy elaborado, fruto de sus ideas teatrales, su
cambio de actitud se produjo dos años atrás cuando decidieron probar con una
pequeña gira por Japón, Hong Kong y algunas ciudades británicas
y, tras describir la experiencia como divertida se vieron inmersos en una gira
muy exitosa que les había llevado por Estados
Unidos, Japón y diversas
ciudades europeas.
Y
para llevar a cabo su espectáculo Performance,
los Pet Shop Boys contaron con los
servicios de diversos especialistas en dirección y montajes operísticos, como David Alden, David Fielding, Martin
Duncan y Charlie Edwards. La
puesta en escena se realizaba con la colaboración de dos músicos, un
guitarrista y un teclista que controlaba dos docenas de samplers, sintetizadores y otros instrumentos electrónicos, y tres
vocalistas adicionales, más una decena de bailarines.
Cada tema que interpretaron contó con su
peculiar escenografía y coreografía, pero con un nexo común, una continuidad
argumental, como si se tratase de una comedia musical.
El espectáculo, dividido en dos partes,
recogió canciones como This must be the place
I’ve waited years to leave, It’s a
sin, Losing my mind, What have I done to deserve this?, My october symphony, l’m not scared, So sorry I said, So hard,
How can you expect to be taken seriously,
To face the truth, Where the streets have no name, Jealousy o Always on my mind.
Abundó el material de su último álbum, Behaviour, pero no faltó atención a sus
éxitos anteriores, y sin olvidar su labor de productores de otros artistas,
recuperando piezas interpretadas por Liza
Minnelli y Eight Wonder.
En general, un concierto completo, aunque
he de decir, que tras conocerlos personalmente, decidí juzgarlos como músicos y
dejar su carácter personal fuera de este escrito. De haberlo hecho al revés, el
resultado hubiera sido muy distinto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario