La realidad no era exactamente como la
habían soñado.
En 1929, el joven y avezado Jack Beilis
conducía su propio automóvil, vestía trajes a medida y frecuentaba los mejores
clubs de Detroit. Pero la brutal crisis que aquel año azotó América lo arrojó,
junto a millones de compatriotas, al hambre y la desesperación. Desahuciado y
perseguido por un oscuro crimen, embarcará junto a su amigo Andrew hacia la
legendaria Unión Soviética, el
idílico imperio en el que cualquier hombre tenía derecho a trabajar y ser
feliz, sin sospechar los extraordinarios avatares que les tenía reservados el
destino. Inspirada en hechos reales, con El
último paraíso Antonio Garrido
funde magistralmente thriller, amor y novela histórica en la dramática epopeya
de un superviviente en un mundo dividido. Un formidable fresco de una época convulsa
que dio un nuevo rumbo a la historia.
Opinión: En el 2013, el
título que consideré el mejor que había leído aquel año fue El lector de cadáveres de Antonio Garrido, y ya tocaba leer el
último libro publicado por el autor nacido en Linares.
El
último paraíso
se llevó el XX Premio de novela Fernando
Lara y la trama de la novela, por su originalidad, me atraía mucho y, vaya
por delante, no me ha decepcionado nada. Seguir los vaivenes y acontecimientos
de trabajadores estadounidenses que se arruinaron tras la depresión del 29 en
su país y decidieron seguir el sueño ruso –en yuxtaposición a la derrota del
propio sueño americano-, sin darse cuenta que salían de la sartén para caer en
las brasas.
Pero hay algo que me chirrió desde que se
fue adentrando la novela en los acontecimientos descritos, y es la
predisposición del personaje principal, Jack Beilis, a convertirse en el
inmortal. ¿De verdad un personaje puede padecer tanto y no morir en el intento?
¿Realmente algún hombre puede encontrarse en tantas ocasiones entre la espada y
la pared y, curiosamente, en cada ocasión, en el momento que la espada va a
clavarse en el cuerpo, la pared desaparece y a otra cosa mariposa? Ciertamente,
llega un momento que sientes ojeriza hacia ese tipo, ¡es imposible que pueda
ser tan mesías, hostia! ¡Que sólo le falta andar sobre las aguas! Y me da la
sensación que no soy el único al que le ha ocurrido porque, sin explicar nada del desenlace de la novela,
¡seguro que a más de una y de uno se le ha dibujado una sonrisa y ha alzado las
cejas leyendo las últimas páginas!
Pues eso.
Valoración
personal (de 0 a 10): 7,2
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