"El
encargo de disfraces con la careta y la peluca rubia del nuevo presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, se han disparado en las últimas semanas con
vistas al próximo Carnaval, que se celebrará a finales de febrero.
Una
de las principales empresas de disfraces, 'Casa del Disfraz' de Ibi (Alicante),
ha augurado que 'Trump triunfará en los próximos carnavales' ya que
ha recibido centenares de pedidos de los distintos artículos que conforman el
atuendo del político estadounidense, sobre todo la careta y la peluca rubia".
En
un principio me ha sorprendido la noticia.
Básicamente porque me he alarmado de
la cantidad de descerebrados que van superpoblando el mundo pero, a posteriori,
he llegado a una conclusión muy diferente; la impresión que siempre he tenido
durante el Carnaval es que la inmensa mayoría de la gente se disfraza:
a) de
aquello que hubiera deseado ser y
b) de
lo que más teme.
Ejemplos palpables son los hombres que se disfrazan de
mujeres, mujeres disfrazándose de enfermeras sexys o ambos sexos de sacerdotes
y monjas.
Lo dicho, de lo que deseas o de lo que temes.
Pues bien, el disfraz
de Trump es la fusión de ambas ideas porque, por un lado, a mucha gente le
gustaría ser como él –esto es, archimillonario, poderoso, mujer recauchutada y
rompehuevos- y, por otro lado, día que pasa, día que aumenta la población que
piensa que el Anticristo ha llegado con corbata roja y tupé teñido al viento.
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