A finales del siglo III a. C., Roma se encontraba al borde de la
destrucción total, a punto de ser aniquilada por los ejércitos cartagineses al
mando de uno de los mejores estrategas militares de todos los tiempos: Aníbal. Su alianza con Filipo V de Macedonia, que pretendía la aniquilación de Roma como Estado y el reparto del mundo conocido entre las
potencias de Cartago y Macedonia, constituía una fuerza
imparable que, de haber conseguido sus objetivos, habría determinado para
siempre el devenir de Occidente. Pero el azar y la fortuna intervinieron para
que las cosas fueran de otro modo. Pocos años antes del estallido del más
cruento conflicto bélico que se hubiera vivido en Roma, nació un niño que estaba destinado a cambiar el curso de la
historia: Publio Cornelio Escipión.
Opinión: Hace unas semanas
escribí sobre el primer libro de la trilogía de Trajano, Los asesinos del
emperador, escrita por Santiago
Posteguillo. Me dejó tan buen sabor de boca que deseé iniciar la lectura de
su otra trilogía, esta vez protagonizada por Publio Cornelio Escipión; y me adentré en Africanus, hijo del cónsul.
Lo siento, pero no puedo más que tender una
alfombra roja bajo la documentación, rigurosidad y buen escribir del escritor
valenciano, ganador –con todos los méritos- de diversos premios literarios. Santiago Posteguillo te introduce en el
escenario romano con una facilidad increíble, como si su pluma tuviese una webcam en la punta y te guiara por
todos los puntos cardinales del imperio y, además, sin ampulosidades ni regalos
vanos, sino con agilidad, destreza, versatilidad y seguridad, mucha seguridad.
Valoración
personal (de 0 a 10): 8,5
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