La carrera de Fin Greenall se desarrolla como una imagen inversa a la típica
historia musical; un DJ y pionero de
la música electrónica, durante la última década ha estado en un viaje al pasado
acústico y americano y su último álbum, editado hace pocos días, se decanta
hacia el puro blues, haciendo que las
cuerdas de su guitarra se rasguen con el sentimiento cien por cien blues, dejando que su voz permanezca
como el sello inconfundible de su aura, una voz que a cien leguas de distancia
sigue siendo mágica, hipnótica y adictiva.
Hard believer, Sort of revolution, Perfect darkness, Biscuits
for breakfast, discos que me han calado hondo desde la primera vez que
escuché al fantástico músico de Brighton,
y al que tuve el inmenso placer de ver en directo, gozando tema a tema durante
las dos horas de concierto. Mención aparte, Horizontalism,
el álbum editado en 2015 y donde, me imagino, quiso dar un giro arriesgado a su
estilo y compuso un disco que, a fuer de ser sinceros, es una absoluta ida de
olla casi imposible de escuchar.
Afortunadamente,
el barbudo Fink ha decidido dejarse
de composiciones post-futuristas y, volviendo a su precioso redil de
composiciones perfectas y arreglos mínimos e impecables, nos regala un disco
con tonos blues, crudos y etereos. She
was right, Boneyard y Hour Golden son temas para escuchar una
y otra vez, sin pausa, con sentimiento y corazón abierto.
Valoración personal (de 0 a 10): 8,2
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