Fecha: Miércoles, 20 de julio de 1988
Hora: 21:30
Precio: 3.000 ptas.
Lugar: Antiguo Estadio de Sarriá
Artista: PINK FLOYD
Bajo el título de The momentary lapse of reason Tour, Pink Floyd nos ofreció un
espectáculo de más de tres horas de duración en el que combinaron los efectos
visuales, fuegos artificiales y, sobre todo, música de la buena.
Dos días antes se
había iniciado la instalación del gigantesco escenario por más de 200 personas,
650.000 watios de luz y 370.000 de sonido cuadrafónico y las 45.000 entradas se
habían agotado.
David Gilmour, Nick
Mason y Rick Wright se presentaron en el escenario acompañados por Jon Carim
–teclados-, Tim Renwick –guitarra-, Guy Prapt –bajo-, Scott Page –saxo y
guitarra- y Gary Walli –percusión-, acompañados por tres chicas en el coro:
Margret Taylor, Rachel Fury y Durga McBroon, todos ellos con una técnica
increíble, lo que, en mi modesta opinión, me llevó a no echar de menos a Roger
Waters, que se había separado de la banda para intentar chupar de la teta de la
vaca de The Wall en solitario.
El escenario, de
más de cinco pisos de altura se rodeó durante el concierto de una gran
selección de sonidos, desde el trinar de pájaros al vuelo de aviones
recorriendo las diversas columnas de altavoces, produciendo un efecto
envolvente antes de iniciarse Shine on your crazy diamond, y un enorme círculo
que lo presidía, convirtiéndose en un sol lanzando destellos multicolores o
transformándose en pantalla gigante con imágenes que se proyectaban al ritmo de
las canciones.
Cuatro módulos con
aspecto de platillo volante desplegaron sus luces sobre los músicos y el
público, cuatro robots llenaron el cielo con rayos laser creando formas
geométricas, niebla artifical a tuttiplen con olor a incienso, y una enorme
forma, mezcla de pájaro y avión que cruzaba el recinto en diagonal, desde el
campo hasta lo más alto del escenario.
La primera parte
del concierto estuvo dedicado exclusivamente a los temas incluidos en el álbum
A momentary lapse of reason, y en la segunda parte, tras un descanso de quince
minutos, Pink Floyd buscó lo más difícil todavía en cuanto a espectacularidad,
con un gigantesco cerdo con los ojos iluminados recorriendo el cielo, así como
una cama con enfermo incluido.
Tras otro breve
descanso, los miembros de Pink Floyd volvieron a la carga con dos temas más,
One slip del último disco y Run like hell de The Wall, canción con el que
finalizaron un concierto espectacular, perfecto y donde se demostró que, a
pesar de la inmovilidad de los artistas, el espectáculo de Pink Floyd era uno
de los más alucinantes de la escena musical.
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