Los bajos fondos de Estocolmo son un sumidero al que han
ido a parar todos los desechos de la sociedad sueca: drogadictos, camellos,
putas, mafiosos, ladrones, bandas... Todos quieren defender su territorio y
lucrarse a cualquier precio. Campan a sus anchas por las páginas de esta
incisiva novela y la policía sólo aparece en las actas judiciales. Una novela
policial sin policías donde el objetivo es obtener Dinero de la forma más fácil
posible.
Jorge, JW y Mrado forman parte de la
fisonomía de estos bajos fondos. Jorge está entre rejas, aunque en poco tiempo
se fuga para cargarse al chivato que lo enchironó. Mrado se ve incapaz de
compatibilizar su papel de matón yugoslavo con el de padre que lucha por la
custodia de su hijita. Y JW conduce un taxi mientras se viste con ropa de Marc
Jacobs de segunda mano e intenta aparentar ser de una clase social a la que no
pertenece. La enigmática desaparición de Camilla, la hermana mayor de JW, será
el nexo de unión de sus tres vidas y el desencadenante de un deseo de venganza
con un denominador común: el gran capo Radovan.
Opinión: No recuerdo el
motivo que me llevó a leer este libro, quizás por la portada, quizás por el
argumento o, quizás también, porque se trataba de una novela negra escandinava.
El caso es que lo leí y aluciné, porque Jens Lapidus no tiene nada de típico
escritor escandinavo de serie negra; no se parece en nada a Henning Mankell, Jo
Nesbo, Camila Läckberg, Arnaldur Indridason o Stieg Larsson por citar algunos,
sino que parece el descendiente directo de James Elroy o Don Winslow, con
frases cortas, contundentes, despejadas de abalorios y con buena pegada. La
única diferencia es que las distintas líneas secuenciales que nos ofrece se
deslizan, patinan, se caen y tratabillan entre los distintos barrios de
Estocolmo en lugar de Los Angeles o Tijuana.
Jens Lapidus me ha sorprendido muy agradablemente porque sus personajes son muy realistas, las situaciones que viven son vibrantes y con unos olores que van desde la podredumbre de la cloaca al más caro perfume de Hermès y las tramas perfectamente urdidas y muy bien llevadas. En definitiva, me he contagiado del virus Lapidus.
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