Alex es hermosa y está sola mientras trata
de decirse a sí misma que el hombre al otro lado de la calle no la está
mirando. Casi está convencida cuando la meten en una furgoneta blanca anónima,
la llevan a un almacén abandonado y la someten a una prueba que, a veces, es
demasiado inquietante para leer, y mucho menos imaginar. Decir demasiado es
echarle florecitas a los horrores del secuestro terriblemente pensado por Lemaitre. A pesar de todas las
penurias, Alex trata de escapar mientras el comisario Camille Verhoeven intenta
resolver el misterio de su secuestro antes de que sea demasiado tarde: lo único
que sabe es que una mujer fue secuestrada en la calle. Él no sabe quién es ni
por qué se la llevaron: no hay notas de rescate, y la probabilidad de encontrarla
viva se está escapando a cada hora.
Opinión: Necesitaba volver
al dúo Lemaitre / Verhoeven tras el puñetazo que me infringió la lectura de Irene, la primera novela de la
tetralogía Verhoeven; y digo puñetazo con todas las letras, porque si lees Irene sin que se te revuelvan los
higadillos es que eres un personaje de The
walking dead. Entonces, ¿si tan mal lo pasé leyendo ese libro por qué vuelvo al
imaginario Verhoeven? ¿Soy masoquista? Quizás un poco pero, por encima de todo,
me fascinan las novelas de tensión sicológica bien escritas, y Alex está perfectamente
escrita.
Camille, el héroe de los detectives, es una
víctima del tabaquismo de su madre durante el embarazo y nunca ha crecido más
de un metro y medio. Es belicoso, complicado, impulsivo y, para desgracia de
sus superiores, brillante. Con un humor rasgado y unos personajes que te hacen
desear leer ya la tercera parte, Alex es una novela que avanza arrasando hacia
su inesperado pero fantástico final, cumpliendo con todas las expectativas que
te habías fijado.
Me saco el sombrero ante Pierre Lemaitre pues, a mi entender, el
comisario Verhoeven es uno de los mejores personajes que se han escrito de la
novela negra.
Valoración
personal (de 0 a 10): 8,3
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