En las inhóspitas estepas mongolas, una
familia de nómadas ha realizado un macabro descubrimiento: el cuerpo de una
niña de cinco años enterrado junto a su triciclo. El comisario Yeruldelgger, un
tipo temperamental, marcado por la tragedia y al que su trabajo ha llevado casi
al límite de la cordura, observa la escena del crimen con una mezcla de
perplejidad y agotamiento. Apenas cinco horas antes se encontraba en las
oficinas de una empresa china en los suburbios de Ulán Bator investigando la
aparición de los cadáveres de tres hombres salvajemente mutilados, a los que no
tardaron en sumarse los de las dos prostitutas que los habían acompañado en su
última noche con vida. Sin embargo, los reiterados enfrentamientos de
Yeruldelgger con su superior, y un incidente con una delegación china que
pretende ocultar los asesinatos de sus compatriotas, provocarán que sea
apartado del cuerpo.
Opinión: Ian Manook, seudónimo del escritor
francés Patrick Manoukian, nos lleva
por un viaje cargado de emociones por uno de los países más desconocidos -que
yo recuerde- de la literatura y, en especial, de la novela negra, Mongolia. Y no es tan sólo un viaje a
través de sus inmensos parajes desolados o de las calles de su capital, Ulán Bator, sino también un viaje a
través de la atormentada mente del propio protagonista, el comisario
Yeruldelgger, tinieblas que palía a fuerza de tenacidad en su trabajo, una
tenacidad a veces rozando la paranoia. En general, Muerte en la estepa se lee con intensidad y desconcierto por la
trama en sí –añadiendo que, en diversos momentos, se torna muy cruda-, pero, a
medida que el libro avanza, hay pasajes de la propia trama que se te hacen
eternos y, ocasionalmente, deslavazados. Como es obvio, no haré ningún spoiler del libro, pero hay una
situación concreta que provocó que tuviera que ir hacia atrás en diversas
oportunidades para confirmar un hecho que, aún ahora, todavía no me explico.
A pesar de ello, me declaro fan de
Yeruldelgger, esperando que, en breve pueda iniciar la lectura de su siguiente
caso, Yeruldelgger: tiempos salvajes.
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