¿Cómo se puede describir en pocas palabras la vivencia de
una hora y media de tu tiempo en completa armonía con todo lo que te rodea?
¿Existe alguna palabra en el vasto diccionario de la vida que resuma y, sobre
todo, respete el sentimiento de plenitud que sentí el pasado viernes, 23 de enero, entre las
21:20 y las 23 horas dentro de la Sala Bikini de Barcelona gozando con la
actuación de Finian Greenall, artísticamente conocido como Fink, y sus
maravillosos secuaces, Tim Thorton -tocando guitarra y batería- y Guy Whittaker
al bajo? ¿Cómo retratar tu mente y tus sentidos en el momento que escuchas
obras de arte musicales como Perfect Darkness, This is the Think, Hard
Believer, Pilgrim y tantas genialidades interpretadas por las diversas
guitarras acústicas y la fabulosa, mágica y poderosa voz de Finian?
Lo siento pero, por mucho que me devane los sesos, no
descubro esas palabras que busco, por lo que, con toda la honestidad del mundo,
describiré el concierto de Fink en Barcelona como un placer sensitivo, un gozo
para mis oídos, una inyección de adrenalina para mis piernas y pies que no
pararon de moverse, una relajante gimnasia para mi cuello y una dosis vital de
energía para mi mente.
Fink me envolvió, me hizo partícipe de su arte, me sedujo
desde la primera hasta la última nota y, al final del concierto, me dejó como
todo genio debe dejar a quien lo saborea, con la boca abierta y deseando que
ese momento vuelva lo antes posible.
Por cierto, no puedo dejar de mencionar a Douglas Dare, el
artista que actuó antes que Fink. Un músico al que no se le debe perder la
pista, porque su música chamber o art-pop cautiva mucho. Su disco Whelm es una
de esas producciones que, de tanto en tanto, debes escuchar, como un buen libro
de Byron.
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