jueves, 26 de febrero de 2009

El Ojo que todos desean ver

Fue descubierta en 1824 por el astrónomo alemán Karl Ludwig Harding, tiene el nombre científico de Hélix Nébula –Nebulosa de la Hélice- o NGC7293 (NGC significa Nuevo Catálogo General) y se encuentra en la constelación de Acuario a 700 años luz de la Tierra; pero todo el mundo lo conoce como el “Ojo de Dios”. Es tan inmenso el tamaño de Hélix que la luz tardaría 2 años y medio en cruzarlo, y sabiendo que la luz va a trescientos mil kilómetros por segundo, son muchos kilómetros –para ser más exactos son unos 20 billones de kilómetros-. En realidad el Ojo de Dios es un gigantesco depósito de gas y polvo soplado por una estrella, pero mucha gente lo asocia con algo espiritual, místico y, a la vez, una confirmación que existe algo divino en el Más Allá. No sé si es divino, en el sentido litúrgico de la palabra, pero lo que sí se puede afirmar es que su mágica belleza es casi divina. Esta foto ha sido tomada desde un telescopio gigante del Observatorio Europeo del Sur, situado en una montaña en La Silla, en Chile y te deja con la boca abierta. Quizás mi mentalidad ácrata no me permite asociar esta belleza astronómica con un significado religioso, pero soy humano, y de la misma manera que puedo admirar la belleza de unas montañas, de un desierto, de una niebla o de una puesta de sol en la playa –algo completamente normal-, y no convierto estas visiones terrenales en un signo de la existencia del espíritu santo, también puedo creer que el espacio es tan infinitamente inmenso y tan desconocido para nosotros que las sorpresas que nos depare en un futuro pueden ser tan bellas y maravillosas como Hélix u Ojo de Dios. Creo que a él le importa poco como lo llamemos, con su belleza ya tiene bastante.

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