Un Sant Jordi radiante, como bien merecían todos los libros y las rosas, hizo que cientos de miles de personas disfrutaran paseando entre los tenderetes situados en las ramblas de casi todos los pueblos de Catalunya.
Riadas de gente solitaria a la búsqueda del libro deseado por un amigo, una pareja, un familiar, muchas parejas, la mayor parte de ellas llevando cuidadosamente la rosa recibida, familias con hijos pequeños que comprobaban como, a su alrededor, se reflejaba la magia que tiene la Diada de Sant Jordi, gente mayor con los ojos brillantes observando como una de las tradiciones más hermosas que existen perdura y perdurará con su mismo entusiasmo al comprobar la ingente cantidad de juventud que iluminó las calles con su frescura y si ansia de vivir.
El dragón de la ignorancia fue nuevamente vencido por la lanza de Sant Jordi, un Sant Jordi cada vez más agradecido a su público, a su gente, a sus seguidores, a todos aquellos amantes del libro y la rosa.
Un día muy, muy especial que se saldó con un éxito para los profesionales del libro y con una sonrisa de satisfacción en la cara de todos los que lo compartieron.
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