Hace pocas semanas estrenaron el espectáculo “La Bella y la Bestia” en el BTM de Barcelona tras varias temporadas de gran éxito en Madrid y fuimos a verla el pasado jueves.
Siempre me han dicho, y yo siempre he afirmado, que las comparaciones son odiosas, las detesto… pero hay veces que tu inconsciente te las ofrece en bandeja aún siendo reticente.
No voy a hablar del gran nivel interpretativo que existe en España, y muy especialmente en cuanto a actores/actrices que son también cantantes y bailarines porque no hay nada que envidiar a otros países. Puedes tener tu propia opinión de tal o cual actor o actriz y mi opinión es que tanto María Adamuz como David Ordinas, en los respectivos papeles de Bella y Bestia, ofrecieron un gran nivel –a pesar un poco de la afectación de David cuando habla, suplido de sobras por el vozarrón cuando canta-. Gran papel de Raúl Peña haciendo de Lefou, Armando Pita como Lumière, Marta Capel y su Babette y la gran Mercé Martínez interpetando a la Sra. Potts pero, personalmente me decepcionó bastante Pablo Puyol y su Gastón.
No voy a hablar de los magníficos músicos que, cada noche, interpretan las melodías compuestas por Alan Menken en directo, dirigidos por Santiago Pérez.
No voy a hablar del vestuario, maquillaje, efectos, peluquería, iluminación, sonido, utillería y regiduría porque su trabajo es mucho más que aceptable.
Pero la comparación me seguía brotando a cada momento de la obra. ¿Cómo pueden decir los productores de la obra en España que es el mismo espectáculo que el ofrecido en Broadway o en Londres? ¿No sería mejor que dijeran la verdad o, al menos, no dijeran mentiras? El espectáculo no es el mismo que se diseñó e interpretó en Broadway y Londres. La escenografía no es la misma, la cantina no es la misma, el castillo de Bestia no es el mismo, la lucha entre Bestia y Gascón parece de risa en comparación con la que vi en Londres.
Podréis decirme petulante porque, claro, yo la he visto en Londres. Petulante o no, sé que la mayoría de la gente verá el espectáculo en Barcelona por primera vez, y todo el mundo saldrá entusiasmado, maravillado, con los ojillos brillantes porque, durante dos horas y media, tengas la edad que tengas, te habrás convertido en niño otra vez. Pero yo salí con un poquillo de decepción interna. Las comparaciones son odiosas.
Siempre me han dicho, y yo siempre he afirmado, que las comparaciones son odiosas, las detesto… pero hay veces que tu inconsciente te las ofrece en bandeja aún siendo reticente.
No voy a hablar del gran nivel interpretativo que existe en España, y muy especialmente en cuanto a actores/actrices que son también cantantes y bailarines porque no hay nada que envidiar a otros países. Puedes tener tu propia opinión de tal o cual actor o actriz y mi opinión es que tanto María Adamuz como David Ordinas, en los respectivos papeles de Bella y Bestia, ofrecieron un gran nivel –a pesar un poco de la afectación de David cuando habla, suplido de sobras por el vozarrón cuando canta-. Gran papel de Raúl Peña haciendo de Lefou, Armando Pita como Lumière, Marta Capel y su Babette y la gran Mercé Martínez interpetando a la Sra. Potts pero, personalmente me decepcionó bastante Pablo Puyol y su Gastón.
No voy a hablar de los magníficos músicos que, cada noche, interpretan las melodías compuestas por Alan Menken en directo, dirigidos por Santiago Pérez.
No voy a hablar del vestuario, maquillaje, efectos, peluquería, iluminación, sonido, utillería y regiduría porque su trabajo es mucho más que aceptable.
Pero la comparación me seguía brotando a cada momento de la obra. ¿Cómo pueden decir los productores de la obra en España que es el mismo espectáculo que el ofrecido en Broadway o en Londres? ¿No sería mejor que dijeran la verdad o, al menos, no dijeran mentiras? El espectáculo no es el mismo que se diseñó e interpretó en Broadway y Londres. La escenografía no es la misma, la cantina no es la misma, el castillo de Bestia no es el mismo, la lucha entre Bestia y Gascón parece de risa en comparación con la que vi en Londres.
Podréis decirme petulante porque, claro, yo la he visto en Londres. Petulante o no, sé que la mayoría de la gente verá el espectáculo en Barcelona por primera vez, y todo el mundo saldrá entusiasmado, maravillado, con los ojillos brillantes porque, durante dos horas y media, tengas la edad que tengas, te habrás convertido en niño otra vez. Pero yo salí con un poquillo de decepción interna. Las comparaciones son odiosas.
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