Ha muerto sir Terry.
Ha muerto uno de los poquísimos grandes referentes en mi
vida.
Ha muerto uno de esos seres humanos que han vivido a lo
largo de la historia y que no deberían haber muerto nunca, como Leonardo da
Vinci, Marie Curie, Gandhi, Teresa de Calcuta, Martin Luther King,…
Ha muerto Terry Pratchett, y con él, Rincewind, lord
Vetinari, Vimes, Zanahoria, Dosflores, la Universidad Invisible, toda la ciudad
de Ankh-Morpork y todo el universo del Mundodisco. ¿Cuánta gente en la trayectoria
de la humanidad podrá decir que, al desaparecer él desaparece todo un universo?
Pues Terry Pratchett lo puede decir a mandíbula batiente.
Incluso, y de esto estoy seguro, cuando la muerte lo fue a
buscar, Terry la miró a los ojos y, con esa cara de gnomo irónico, con esos
ojos tras las gafas y bajo el gran sombrero, la miró directamente a
los ojos y le dijo: “¿Estás seguro? Piensa que conozco a toda tu familia, y si
me llevas contigo, toda ella también desaparecerá”.
Y la Muerte seguro que le respondió: “NO HACE FALTA QUE ME LO DIGAS. LO SÉ DE SOBRA. HACE AÑOS QUE SOY UN KEVIN”.
Y la Muerte seguro que le respondió: “NO HACE FALTA QUE ME LO DIGAS. LO SÉ DE SOBRA. HACE AÑOS QUE SOY UN KEVIN”.
Desde El color de la magia, publicado a mediados de los 80,
que he sido un kevin de la cabeza a los pies, esperando cada mes la llegada de
una nueva entrega de las historias de los magos, los cuerpos del orden, las
brujas o quien puñeta fuera, sólo para poder estar unos días disfrutando,
gozando, riendo, sonriendo, admirando y, al terminar el libro, suspirando para
que el próximo libro se publicara lo antes posible.
Muerto a los 66 años víctima del Alzheimer. ¡Cuántos
fantásticos libros han quedado por escribir víctimas también de una enfermedad
aberrante e inhumana!
Hasta siempre, sir Terry.